
Pasto, el corazón de Nariño: bondades que deslumbran
Recientemente, tuve la oportunidad de conocer junto a la Organización Mundial de Periodismo Turístico (OMPT) a Pasto, Nariño. Esta joya del sur de Colombia, rodeada por montañas y cargada de historia, se presentó ante nosotros como un destino lleno de sorpresas y riquezas culturales. Desde su exquisita gastronomía hasta su energizante vida local, Pasto no solo nos recibió con los brazos abiertos, sino que también nos dejó una huella imborrable en el corazón.
Las iglesias: guardianes de la fe y la historia
Uno de los primeros lugares que visitamos fue la imponente Catedral de Pasto, un símbolo que se alza en el centro de la ciudad. Construida entre 1907 y 1926, esta catedral es un brillante ejemplo del estilo neoclásico. Sus altas bóvedas y la majestuosidad de sus columnas invitan a la reflexión y al asombro. Al ingresar, las oraciones y el suave resplandor de las velas crean una atmósfera de paz que contrasta con el bullicio del exterior.
A medida que explorábamos, nos encontramos con otras iglesias significativas, como la Iglesia de San Juan Bautista y la de San Felipe. Cada una cuenta su propia historia, narrando las creencias y tradiciones de un pueblo que ha dejado una marca indeleble en su historia. La influencia de la colonización española todavía es palpable en estos monumentos. Otra visita casi obligatoria es al Santuario de Nuestra Señora de Las Lajas, una basílica donde se reúne la fe de miles de visitantes locales y extranjeros.
La gastronomía: un festín para los sentidos
Pero no todo fue solemnidad en nuestra visita. La gastronomía de Pasto es una experiencia que despierta los sentidos. Nos sentamos en diversos restaurantes locales donde los sabores de la región nos transportaron a una cocina deslumbrante, simple, ancestral, donde su mejor ingrediente es el amor y cariño con que te sirven cada platillo. Uno de los platos que más llamó nuestra atención fue el renombrado locro, una sopa espesa hecha con papas, maíz y carne, acompañada ocasionalmente por aguacate y una generosa porción de ají.
También probamos la cuajada con miel, un postre que combina la frescura del lácteo con la dulzura natural de la miel de abeja, perfecto para concluir cualquier comida. La calidez de los habitantes de Pasto se refleja en la forma en que presentan sus creaciones, siempre dispuestos a compartir una historia detrás de cada bocado.
En cada mercado que recorrimos, pudimos apreciar productos frescos de la región, como la papa, los frijoles y las frutas; son el corazón de la cocina local. En Pasto, Nariño, probamos platos muy exquisitos, entre ellos: el frito pastuso, empanadas de añejo, trucha frita o a la parrilla, el hervido, el helado de paila y hasta el cuy, un plato muy famoso en la cultura nariñense.
Cultura: confluencia de tradiciones
Pasto no solo es conocida por su comida; su cultura también es un aspecto vital de la identidad local. La celebración del carnaval de negros y blancos es una festividad que rinde homenaje a la diversidad étnica del país, a sus tradiciones, en donde la alegría de su gente se siente en cada rincón. Artistas y bailarines maravillan con sus coloridos trajes, carrozas y pasos vibrantes a los visitantes locales y turistas. Toda esta información, está plasmada de manera visual en su colorido y emblemático Museo del Carnaval.
Las tradiciones indígenas de la región también son parte fundamental de la vida cultural de Pasto. A lo largo de nuestro recorrido, nos encontramos con artesanos locales que trabajaban las fibras naturales para crear piezas únicas, como los auténticos sombreros y otros artículos de Sandoná. Estas piezas no solo son únicas, sino que representan la conexión de la comunidad con su historia y sus ancestros, un legado que se transmite de generación en generación.
Una de las experiencias más memorables fue tener contacto con comunidades indígenas donde fuimos partícipes de sus ceremonias ancestrales y su cocina tradicional
La alegría de su gente es contagiosa.
Lo que realmente hace especial a Pasto es su gente. Desde el primer momento en que llegamos, nos sentimos acogidos por una comunidad cálida y amigable. Esos rostros sonrientes, llenos de hospitalidad, nos hicieron sentir como en casa. La alegría de los pastusos es contagiosa y su deseo de compartir su cultura y tradiciones es inspirador.
Al final de nuestro viaje, me di cuenta de que Pasto no es solo un destino turístico más; es un lugar donde la historia, la gastronomía y la cultura se entrelazan con la calidez de su gente. La experiencia que viví con la OMPT fue enriquecedora y educativa. Cada momento en esta ciudad quedó grabado en mi memoria, a la que deseo en algún momento volver.
Cada paso en esta ciudad es una invitación a conectar con una rica herencia cultural y a experimentar la calidez de un pueblo que, sin duda, sabe cómo vivir la vida al máximo. Así que si alguna vez tienes la oportunidad de visitar Pasto, no lo dudes: ¡deja que la alegría de su gente y la belleza de su entorno te enamoren!